Caer sin miedo

March 31, 2017

Nuestra vida y nuestra muerte son un gran misterio.

No hace mucho, una joven reportera me contactó porque quería hablar sobre la muerte. De repente, había caído en la cuenta de que iba a morir un día. Quería saber qué nos pasa cuando morimos, ¿hay vida después de la muerte y qué dicen las Escrituras sobre el cielo? Estas son preguntas generales.

Recuerdo cómo me sentía cuando tenía 28 años. No quería morir. Tenía toda mi vida por delante. No podía aceptar que mi tiempo en la tierra era limitado. Y tenía un poco de miedo. ¿Qué sería de mí? ¿Qué si no había una resurrección? ¿Sería dolorosa la muerte? ¿Acaso tuvo significado mi vida? Sentí un poco de culpa por estas dudas y temores porque ya había sido ordenada. Debí haber estado firme en mi fe y no tener dudas sobre mi futuro final. Pero sí las tenía.

Esto fue lo que aprendí de mi experiencia en esa etapa de mi vida: La vida es valiosa y hermosa, e incluso en sus momentos dolorosos, debe ser protegida a toda costa. Además, la duda no es lo opuesto de la fe, sino parte de la fe. Las dudas y las preguntas nos pueden conducir a un entendimiento más claro y a una fe más profunda.

Basándome en la convicción de nuestra tradición de que es la voluntad llena de gracia de Dios ser misericordioso, de que Dios quiere el bien para todas las personas y toda la creación, de que ninguna cantidad de buenas o malas obras determinará la relación que Dios tiene con nosotros, ni nuestro futuro eterno—esta es la obra de Dios, la gracia de Dios—de esta manera, traté de contestar las preguntas de la reportera.

Los cristianos luteranos creen en la vida después de esta vida terrenal. Pablo escribió: “¿Acaso no saben ustedes que todos los que fuimos bautizados para unirnos con Cristo Jesús en realidad fuimos bautizados para participar en su muerte? Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva. En efecto, si hemos estado unidos con él en su muerte, sin duda también estaremos unidos con él en su resurrección”. (Romanos 6:3-5).

Hay muchos pasajes en las Escrituras que hablan del cielo —descripciones hermosas de la humanidad reconciliada entonando alabanzas a Dios; el fin de los lamentos, el llanto, el dolor y la muerte; y la belleza de la ciudad celestial. Y escuchamos la promesa de Dios cumplida: “¡Yo hago todas las cosas nuevas!” (Apocalipsis 21:5).

Nuestra vida y nuestra muerte son un gran misterio. Las imágenes del cielo que leemos en las Escrituras son el mejor intento y los esfuerzos más inspirados de lo finito por describir lo infinito. El lenguaje y el entendimiento humano son demasiado pequeños. Pero estoy segura de esto: Dios es amor. El amor de Dios es infinito y completo. En esta vida recibimos solo un adelanto de esto. Cuando nuestra vida terrenal haya terminado, seremos envueltos en ese amor y amados por Él que nos conoce por completo.

Pablo lo dijo de esta manera: “Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido”. (1 Corintios 13:12).

Mi director espiritual me contó esta historia. Había una vez una mujer que tropezó en la oscuridad y cayó de la ventana abierta de la habitación de un hotel. Se aferró desesperadamente a la cornisa de la ventana toda la noche, solo para descubrir al amanecer que todo ese tiempo había estado a solo 6 pulgadas del suelo.

Nuestras vidas son parecidas —tratando de aferrarnos a toda costa, sin creer que Dios está ahí para recibirnos.

Pensé en esto durante algún tiempo y después me di cuenta que estoy cayendo y no tengo miedo. No sé qué vendrá a continuación en esta vida. Definitivamente no puedo describir el cielo. Pero sé que mi vida está en las manos de Dios.

 

Un mensaje mensual de la obispa presidente de la Iglesia Evangélica Luterana en América. Su correo electrónico es: bishop@elca.org.

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