Pertenecemos a la verdad

June 27, 2019

“Cuando ustedes digan “sí”, que sea realmente sí; y, cuando digan “no”, que sea no” (Mateo 5:37).

 Cuando yo era niña, las discusiones de nuestra familia durante la comida eran animadas. Podíamos exponer nuestra postura con respecto a un tema, pero entonces teníamos que estar preparados para sustentar con datos nuestro argumento. En aquella época en que aún no existía Google, la World Book Encyclopedia solía ser nuestra fuente de información. Sacábamos aquellos tomos de color azul oscuro. El peso y color de los mismos inferían seriedad. Nuestra presentación podía ser criticada, pero los hechos no; después de todo, estos se hallaban impresos en la World Book Encyclopedia.

Aquellos eran tiempos más sencillos, o quizá yo era más ingenua. Ahora vivimos en la era de las “semi-verdades” y “noticias falsas” y “hechos alternativos”.  En una entrevista, un abogado prominente declaró: “La verdad no es la verdad”. Cuando oí esto quedé atónita, pero quedé aun más atónita cuando me di cuenta de que el abogado tenía razón.

Hemos convertido los hechos en un arma y forzado la verdad al servicio de un punto de vista prejuiciado. Con gran frecuencia, las conversaciones ya no son intercambios de ideas y convicciones, sino descargas de acusaciones. No basta con que nuestra palabra sea “sí, sí” o “no, no”.  Ahora tenemos que selectivamente matizar y adornar y probar con datos nuestra postura. Y si eso no funciona,  entonces tenemos que gritar o escribir TODO EN MAYÚSCULAS.

En el Evangelio de Juan, Jesús y Pilato tienen un interesante diálogo sobre la verdad. “[Jesús dijo]: Yo para esto esto nací, y para esto vine al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que está de parte de la verdad escucha mi voz. –¿Y qué es la verdad? –preguntó Pilato” (Juan 18:37-38). Una notable afirmación de Jesús y una interesante respuesta de Pilato. Yo me pregunto, ¿estaba Pilato buscando fervientemente la verdad, o estaba descartando cínicamente la existencia de la verdad? ¿Somos nosotros, los seguidores de Jesús, capaces de escuchar la voz de Jesús?

Entonces, ¿cómo vivimos como personas de la Verdad en un tiempo puntos de vista prejuiciados? Debemos volver diariamente a la nueva creación que Dios nos hizo cuando fuimos bautizados. Nuestra nueva vida en Cristo es nuestro fundamento y nuestro horizonte, nuestro comienzo y nuestro fin. Una antigua bendición celta lo dice así: “Dios para envolverme, Dios para rodearme, Dios en mi hablar, Dios en mi pensar”.

En el bautismo Dios nos ha reclamado como hijos amados, unidos a la muerte y resurrección de Cristo, sellados por el Espíritu, y marcados con la cruz de Cristo para siempre. El bautismo marca la diferencia y nos hace diferentes. Ahora pertenecemos a la Verdad. Eso no significa que tengamos la Verdad ni que sepamos todo sobre la verdad. La Verdad no nos pertenece. No, por el acto misericordioso de Dios pertenecemos a la Verdad. No hacemos reclamaciones de la verdad —La verdad nos reclama a nosotros.

¿Cómo vivimos entonces? Con profunda humildad, profunda gratitud y verdadero gozo.

Humildad: Es el favor bueno y piadoso de Dios de ser misericordioso con todos, incluso, y tal vez especialmente, con aquellos con quienes discrepamos fervientemente. Esta es la seria misericordia de la gracia: nadie, ni siquiera los que según nosotros son totalmente inaceptables, está fuera del alcance de Dios.

Gratitud: Dios nos reclama. No somos nuestros y no estamos solos. Pablo escribió: “Como éramos incapaces de salvarnos… cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él mediante la muerte de su Hijo” (Romanos 5:6-10). La profunda lucha humana por tener valor y significado ha terminado. Somos los amados del Altísimo, gracias a Dios.

Gozo: Querida iglesia, ¡somos libres! Libres para amar, libres para servir, libres para escuchar, libres para ser desafiados. Podemos despojarnos “del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corr[er] con perseverancia la carrera que tenemos por delante” (Hebreos 12:1).

Esta es mi oración: Hay mucho ruido en este mundo, Dios misericordioso, incluso el nuestro que dice tener la verdad. Llévanos a un lugar de quietud donde podamos escucharte. Tu verdad nos ha reclamado y nos ha liberado. Amén.

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