Tomen y coman

March 5, 2020

Al final del libro de Hechos aparece la historia del viaje de Pablo a Roma. Pablo había hecho muchos viajes arduos y peligrosos, pero este último era particularmente difícil.

Pablo estaba siendo llevado a Roma para ser juzgado. Sería puesto bajo arresto domiciliario y finalmente ejecutado. Aunque no le era posible saber con certeza cómo terminaría su historia, Pablo sabía que no era un hombre libre. Este no era un crucero por el Mediterráneo. Pablo era un prisionero, y su comodidad física en la embarcación no era algo que perocupara al capitán o a la tripulación.

La nave se topó con mal tiempo. Lucas escribió: “Al día siguiente, dado que la tempestad seguía arremetiendo con mucha fuerza contra nosotros, comenzaron a arrojar la carga por la borda. Al tercer día, con sus propias manos arrojaron al mar los aparejos del barco. Como pasaron muchos días sin que aparecieran ni el sol ni las estrellas, y la tempestad seguía arreciendo, perdimos al fin toda esperanza de salvarnos” (Hechos 27:18-20).

Esto debe haber sido aterrador para los pasajeros, los prisioneros y los marineros. No estaban seguros de dónde estaban, tenían frío y estaban empapados, y no habían comido en varios días. Creían que estaban cerca de tierra, pero no había forma de estar seguros y, aunque existía la posibilidad de encontrar puerto, había igual probabilidad de que el barco se estrellara contra las rocas. Algunos de los marineros intentaron amotinarse. Tenían miedo de naufragar, y no le creyeron a Paul cuando les aseguró que todos se salvarían. Esto era un caos.

Fue en este momento que Pablo les dice a todos que es hora de comer. “Estaba a punto de amanecer cuando Pablo animó a todos a tomar alimento: ‘Hoy ya hace catorce días que ustedes están con la vida en un hilo, y siguen sin probar bocado. Les ruego que coman algo, pues lo necesitan para sobrevivir’” (Hechos 27:33-34).

Los que estaban a bordo de la nave deben haber pensado que Pablo no se hallaba en su sano juicio. Estaban en peligro de naufragio, todo lo que habían intentado para enderezar la nave había fallado, la muerte estaba cerca y entraron en pánico. ¿Y ahora Pablo quiere que se detengan a comer? Qué pérdida tan ridícula de tiempo y energía. Por lo general, las personas que cenan planean seguir vivas después de comer.

El que Pablo los haya animado a comer fue un acto de fe y confianza. Pablo no instó a la gente a comer por despecho al mal tiempo, o por negar lo que estaba occuriendo; lo hizo precisamente por la tormenta y la inminente destrucción. “Dicho esto, tomó pan y dio gracias a Dios delante de todos. Luego lo partió y comenzó a comer. Todos se animaron y también comieron” (Hechos 27:35-36).

Conocemos estas acciones. Nuestro Señor, la noche en que fue traicionado, tomó pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos. Este es el alimento que Dios nos da para el perdón, la vida y la salvación.

Es bueno que la iglesia, en medio del desaliento, en medio de las tormentas que nos rodean y nos amenazan, tome y coma. Es el testimonio que da la iglesia de la firme promesa de Dios. Cuando hemos hecho todo lo posible por enderezar el barco, pero aun así nos dirigimos hacia las rocas, Jesús dice: “Tomen y coman”. Cuando todo pensamiento racional confirma que no hay esperanza, Jesús dice: “Tomen y coman.” Cuando los poderes mortales dentro y alrededor de nosotros amenazan con extinguirnos, Jesús dice: “Tomen y coman”.

La santa comida de nuestro Señor es un acto de amor, fortaleza para el camino, perdón y comunión íntima con Dios y con los demás. También es un acto de resistencia. Antes de su arresto y crucifixión, en su camino a la cruz —el enfrentamiento final con la muerte— Jesús se detuvo a comer. La muerte fue derrotada.

Cuando la iglesia se reúne en la mesa, es también nuestro acto de resistencia a la muerte y a la falta de esperanza. En la tormenta y el naufragio alrededor unestro, nos detenemos a comer con la confianza de que estaremos vivos después de cenar.

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